jueves, 9 de septiembre de 2010

ODA AL MONSTRUO DE LA NATURALEZA


En la estación de tren
En los campos soleados
En el trigo tostado
En el verano que persiste a pesar del invierno próximo
                                                Se esconde el hombre que no desea ser visto
Espera… 
                Y el tren no llega

Es inmensa la belleza desolada
Toda tu vida cabalgaste y tu sangre caliente
Eyaculó y fecundó todo el país
Fuiste Nación desde el sol hasta la nieve
Y tu nombre resuena en los vagidos de los recién nacidos.

Pero estás viejo, hombre
El crepitar de tus huesos carcomidos
No conmueve ya a los robles.
Tus manos que tocaron tantas mujeres de joven,
Que asieron con firmeza
Tanto las hoces como las páginas
Tus manos, digo, te traicionan
Hoy tiemblan más que la hierba ante la ventisca.
Y tus manos, que en otro tiempo
Decidieron rechazar el dulzor de la tierra por un Dios mejor,
Hoy rechazan lo que no puedan tocar.
Tus ojos casi ciegos aún se conmueven,
Pero no expresan ya nada de tu espíritu.
Y las piernas, que caminaron y cabalgaron
Tanto caballos como mujeres,
Hoy, agotadas por el verano,
No quieren perder el auxilio del asiento de la estación.

Y el tren no llega…

No existe la vida, ni la muerte, ni el después de la muerte anónimos
Para quien hizo temblar la tierra infinita.
Los gusanos te esperan,
                 Se apresuran por exhibir la obscenidad de tus huesos
Los escuchas venir,
Pero no son los gusanos de tu interior,
Son tus seres amados.

Y el puto tren no llega…

Sus voces aúllan tu nombre
El viento ulula tu nombre
El verano quema tu nombre
La madre amamanta tu nombre
Y tu boca late tu nombre

Tol… stoi     Tol… stoi
Tol… stoi

Tol...

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